Población entrenada y tecnología punta: así afrontó Japón el terremoto y el choque de aviones

En las primeras 48 horas de 2024, Japón acaparó titulares por dos sucesos impactantes: el día de Año Nuevo, un terremoto de magnitud 7,6 asolaba el centro del país, dejando un saldo de al menos 100 muertos. Al día siguiente, un avión de Japan Airlines y otro de la Guardia Costera colisionaban y se incendiaban en el aeropuerto tokiota de Haneda. Aunque fallecieron cinco de los seis tripulantes de la aeronave de los guardacostas, las 379 personas a bordo del Airbus A350 sobrevivieron gracias a la rápida respuesta del personal de vuelo y a la atención con la que los pasajeros siguieron sus instrucciones.

El avión guardacostas involucrado en el choque transportaba suministros para ayudar a la zona afectada por el seísmo registrado en la jornada previa en la península de Noto (prefectura de Ishikawa) y que obligó a las autoridades a activar durante horas una “alerta importante de tsunami” a lo largo de la costa occidental del país. Era la mayor advertencia de este tipo desde el triple desastre de 2011, en el que un terremoto de magnitud 9,1, un gigantesco tsunami y el accidente nuclear de Fukushima se cobraron en total 20.000 vidas.

Aunque las cifras oficiales del terremoto de Año Nuevo son desgarradoras (100 fallecidos y 211 desaparecidos, según el recuento de este sábado), las consecuencias podrían haber sido aún más devastadoras si no fuera por la preparación de Japón para este tipo de desastres. El pasado 1 de septiembre se cumplieron 100 años del Gran Terremoto de Kanto, un seísmo de magnitud 7,9 que cambiaría el curso de la historia del país. Más de 105.000 personas perdieron la vida, 70.000 de ellas en Tokio, y alrededor de 370.000 viviendas acabaron destruidas. Un siglo después, los institutos de sismología nipones son punteros en el mundo, y cuentan con redes de sismómetros y sistemas de alerta temprana líderes en el mundo.

Para Miguel Martínez Pañeda, ingeniero sénior de estructuras en la empresa Arup, la principal diferencia en la relación de muertes y daños entre el seísmo de Noto y otros recientes de gran envergadura, como el de Marruecos o Turquía, es que “Japón es muy consciente del riesgo sísmico” y que “la mayoría de sus edificios se construyen con la certeza de que tendrán que resistir algún terremoto”. En una conversación telefónica con EL PAÍS, detalla que “en otros lugares, puede haber una generación de diferencia entre que un terremoto y el siguiente tienen lugar, por lo que se puede perder la percepción del riesgo”.

El país es propenso a los terremotos debido a su ubicación dentro del conocido como Cinturón de Fuego del Pacífico, donde se concentra el 90% de la actividad sísmica del planeta. La nación asiática registra anualmente cientos de temblores, aunque la mayoría de poca intensidad, y, en consecuencia, lleva décadas revisando y actualizando sus leyes de construcción y la norma sísmica nacional, e incorporando lecciones aprendidas. “Al contrario de lo que ocurre en la mayoría de los códigos de edificación europeos y americanos, los japoneses no solo se centran en prevenir el colapso en caso de terremotos grandes, sino en que los edificios se puedan seguir utilizando después de sismos pequeños”, apunta Martínez Pañeda.

Toshitaka Katada, profesor de la Universidad de Tokio especializado en gestión de catástrofes, manifiesta por correo electrónico que la rápida respuesta del Gobierno ―se envió a los teléfonos móviles un aviso rápido de emergencia inminente y se desplegaron los equipos de rescate―, así como la concienciación de la sociedad sobre qué hacer en estas situaciones, también han ayudado a salvar muchas vidas. Los japoneses aprenden desde edad muy temprana cómo actuar en caso de seísmo y, anualmente, niños y adultos realizan simulacros de evacuación. A raíz del terremoto de Kobe de 1995 (de magnitud 6,9, en el que murieron 6.000 personas) proliferaron las asociaciones comunitarias que ayudan a prepararse para lidiar con posibles desastres. En opinión de Katada, “Japón es probablemente el estado mejor preparado para un evento de este tipo”.

Protocolos modernos de evacuación

Esa diligencia que frecuentemente se asocia a la sociedad japonesa fue también fundamental para evitar que la colisión en el aeropuerto de Haneda desembocara en una tragedia. Para muchos, resulta un milagro que los 367 pasajeros (entre ellos, ocho niños) y los 12 miembros de la tripulación de Japan Airlines salieran prácticamente ilesos. Solo hubo 17 heridos, todos fuera de peligro. Mientras continúan las investigaciones para esclarecer cómo la aeronave guardacostas (de la que solo se salvó el capitán) acabó en la misma pista que el aparato de la compañía japonesa, los expertos exponen que el éxito de la evacuación se debe a los protocolos modernos y a la profesionalidad con el que se aplicaron.

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